viernes, 5 de junio de 2015

Sobre la vieja y la nueva política


Que los pactos entre diferentes fuerzas políticas son buenos es algo evidente y una consecuencia de este nuevo tiempo. No hemos estado acostumbrados. Pero parece que, al menos a corto y medio plazo, las mayorías absolutas han dado paso a minorías que obligan a la negociar.

Pero para que este nuevo estilo se traduzca en la práctica en una buena gobernabilidad requiere una premisa: la voluntad de pactar. El enrocamiento en negociaciones imposibles no es lo que la ciudadanía quiere. Cuando votamos, en buena parte más con el corazón que con la cabeza, manifestamos nuestro apoyo a una opción, ya sea por convicción o como castigo a las otras. Pero la vida sigue y lo que queremos al día siguiente es un gobierno que aborde y solucione nuestros problemas, que nos haga la vida más fácil. A la inmensa mayoría de los ciudadanos no le interesa el “juego de tronos”. Sólo quiere un municipio, una región y un país más justo, más próspero, más habitable.

Se habla ahora de acabar con la vieja política y dar paso a un nuevo tiempo. Yo comparto esta idea, pero probablemente no coincida en el contenido de estas afirmaciones. Para mí, supone cambiar en la forma de hacer política de una forma real, no de cara a la galería. Limpieza democrática, transparencia, participación y rendición de cuentas, pero de verdad. Y poner los medios para que ello sea posible.

Transparencia no es retransmitir en directo o levantar actas de las negociaciones previas a posibles pactos. Ello sólo contribuye a que todos los participantes midan en exceso sus palabras, no se expresen libremente y a posturas excesivamente constreñidas. Lo importante ahí es llegar a acuerdos que garanticen una eficaz gobernación, plasmarlos por escrito y después llevar a cabo un seguimiento eficaz del cumplimiento de los mismos.

Para cambiar la vieja política viciada y acomodada hay que ir libre de bagajes, sin estereotipos ni ánimo de revancha. Y querer gobernar, porque es la única forma de poder transformar la sociedad. Hay que querer meterse en el barro, aun a costa de mancharse.

La vieja política es la que nos ha traído corrupción, desigualdad social y lo que es peor una sensación entre la gente de que nada se podía hacer, de que esto no tenía remedio. Por eso, estos nuevos partidos o agrupaciones electorales a partir movimientos ciudadanos han supuesto un revulsivo y han generado una expectativa de cambio y están obligando a los partidos tradicionales a “ponerse las pilas”.

Pero ahora toca remangarse y ponerse a trabajar. La política de tertulias y de arengas debe dar paso a la realidad y allá donde tengan capacidad de gobernar y de colaborar para conseguir el objetivo perseguido, no hay excusa para no hacerlo.


La sociedad ha votado cambio de rumbo. Y permitir que todo siga igual por parte de quien puede y ha defendido vehementemente cambiarlo no es nueva política. Forma parte de las mismas estrategias electorales de toda la vida. Y para ese viaje no hacen falta alforjas. 

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